jueves, 12 de noviembre de 2015

Oda al cielo:

Coro de Espíritus

PRIMER ESPÍRITU

¡Oh techumbre sin nubes del palacio
de la noche! ¡Dorado paraíso
de la luz! ¡Silencioso y vasto espacio
que hoy como ayer relumbras!... ¡Cuanto quiso
el alma y cuanto quiere en ti descansa;
el presente y pasado de la eterna
edad del hombre eres! ¡Lumbre mansa
de su templo y hogar! ¡Cámara interna
de su gran soledad! ¡Bóveda oscura
y dosel sempiterno y transparente
del porvenir, que teje su futura
edad desde la sombra del presente!

Formas gloriosas viven de tu vida
la tierra y la terrena muchedumbre;
las vivientes esferas donde anida
la luz, como la nieve en una cumbre;
la hondura del abismo y el desierto;
las verdes orbes que te surcan suaves;
y los astros que van cual surco abierto
en la espuma del mar tras de las naves;
la helada luna deslumbrada y fría;
y, más allá de tu nocturno velo,
los soles poderosos de alegría
abren su intensa luz a todo el cielo.

¡Como el del mismo Dios tu nombre suena,
oh cielo! En tu mansión secreta habita
la Potencia divina que lo llena,
y es el cristal en donde ve infinita
el hombre su mortal naturaleza.
Una tras otra las generaciones
se arrodillan al pie de tu belleza,
y te brindan, aladas, sus canciones.
Sus efímeros dioses y ellos mismos
pasan igual que un río cuando crece
sin un eco dejar en tus abismos.
Pero tu luz eterna permanece.

SEGUNDO ESPÍRITU

No eres sino la cámara primera
del espíritu: en ti pasó su infancia;
y trepó como verde enredadera
a ti su fantasía y su fragancia.
¡Cual débiles insectos que una cueva
de áureas estalactitas llenan, leves,
habitaron en ti; y a ti los lleva
la muerte donde un mundo nuevo mueves
de delicias, que harán tus pobres glorias
palidecer, y parecer pequeño
tu asiento, y sin enjundia tus memorias,
como la sombra inmaterial de un sueño!

TERCER ESPÍRITU

¡Paz! ¡El desdén del cielo en ti se goza
al ver tu presunción, átomo ciego!
¿Qué es el azul que tu mirada roza?
¿Quién eres tú para heredar el fuego
de su ámbito vacío? ¿Qué son Marte,
y Sirio, y las estrellas cuyo vuelo
el alma misma de que formas parte
conduce por las órbitas del cielo?
¡Son gotas nada más que el poderoso
corazón de la fiel naturaleza
vierte en venas de luz y de reposo!
No tornes, para verlas, la cabeza.

¿Qué es el cielo? ¡Un volumen de rocío
llenando hasta los bordes de la mañana,
y abriendo de delicia y dulce frío
el verde seno de la flor temprana,
que en un mundo reciente se despierta
de constelados soles y de intacta 
gracia, que vuela de su tallo abierta
por su órbita infinita y siempre exacta!
¡En tan frágil esfera está encerrado
el cielo innumerable que palpita
de estrellas; y su efímero reinado
brilla trémulamente y se marchita!

Percy Bysshe Shelley

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