domingo, 1 de noviembre de 2015

Noche:

Oh noche de los amantes,
fuente de inspiración de poetas y cantores.
Oh noche de fantasmas,
de espíritus y fantasías.
Oh noche del deseo,
de esperanzas y memorias.
Eres como un gigante que empequeñece las nubes de la
tarde y que sobresale por encima del amanecer.
Estás armada con la espada del temor
y coronada con la Luna resplandeciente;
calma y silencio son tus velos.

Con mil ojos penetras en la profundidad de la vida.
Con mil oídos oyes el gemido de la muerte
y el de la inexistencia.
A través de tu oscuridad brilla la luz del cielo.
Porque el día no es más que la luz que nos abruma
con la oscuridad de la tierra.
Ante el temor a la eternidad abres tus ojos
y nos brindas esperanza.
Porque el día es un impostor que nos enceguece con medidas y cantidades.
Tú eres el perfecto silencio
que revela los secretos de los espíritus que están despiertos en el cielo.
El día es un bullicio que agita las almas
tironeadas por el propósito y la admiración.
Tú eres la Justicia que, al puerto del dormir, lleva
los sueños del débil
para que puedan unirse a las esperanzas del fuerte.

Eres un monarca misericordioso que,
con sus dedos encantados,
cierra los ojos de los miserables
y conduce sus corazones a reinos más dulces.
Los espíritus de los amantes hallan refugio en los pliegues de tu vestidura azul.
Y a tus pies,
empapados de rocío,
derraman sus lágrimas los desamaparados.

En las palmas de tus manos,
donde se halla la fragancia de los valles,
los extranjeros hallan alivio a sus anhelos.

Tú eres la compañera de los amantes,
tú consuelas al desolado,
tú fortaleces al forastero y al solitario.
A tu sombra descansan los sentimientos del poeta
y los corazones de los profetas.
Bajo tu corona
toma forma la sabiduría del pensador.
Tú inspiras poetas,
tú brindas la revelación a los profetas,
tú enseñas a los filósofos.

Cuando mi alma se hastía de la humanidad,
cuando mis ojos se cansan de mirar el rostro del día,
vago por los sitios en los que durmieron los fantasmas de épocas pasadas.

Allí me detengo, ante una borrosa presencia
que cruza a zancadas a mil metros por encima de la
tierra y la señalo temblando.

Allí miro a los ojos de la sombra
y escucho el susurro de alas invisibles
y siento el blando toque de las vestiduras
nunca vistas
del silencio
y soporto los terrores de la negra oscuridad.
Allí te veo, noche, bella y majestuosa,
suspendida entre el cielo y la tierra,
velada de niebla,
cubierta de nubes,
burlándote del Sol,
ridiculizando al día,
mofándote de los esclavos que oran insomnes ante los ídolos.

Veo tu cólera contra los reyes que se duermen en camas de terciopelo y seda;
veo ladrones que retroceden ante tu mirada vigilante
cuando cuidas a los bebés en el sueño;
te veo llorar frente a las forzadas sonrisas de las prostitutas
y sonreir frente a las lágrimas de los amantes verdaderos;
veo a tu mano derecha animando al bueno
y a tu pie pisoteando al malvado.

Noche, allí te veo y me ves.
Y aunque seas terrible, eres como un padre para mí
y yo, en sueños, me veo como tu hijo.

Se ha eliminado el velo de desconfianza
que nos separaba
y me revelas tus secretos y proyectos
y te descubro mis esperanzas y deseos.
Tus terrores se han vuelto una melodía más dulce y agradable
para el corazón
que el susuro de las flores.

Mis temores se han desvanecido
y estoy más tranquilo que los pájaros.
Tú me alzaste hasta ti
y me tomaste entre tus brazos
y enseñaste a mis ojos a ver
y a mis labios a hablar
y a mi corazón a amar lo que otros odian
y a odias lo que otros aman.

Tocaste mis ideas con tus dulces dedos
y mi meditación fluye como un poderoso río.

Con tus labios ardientes besaste los labios de mi alma
y la inflamaste como a una antorcha.

Te he acompañado
oh noche
y te he seguido
hasta que nos volvimos semejantes.

Te amé
hasta que mi ser se transformó
en la imagen diminuta de tu ser.

En mi oscuro yo relucen estrellas
que mis emociones sembraron.
Y en mi corazón brilla una Luna
que ilumina las procesiones de mis sueños.
En mi alma insomne
un silencio revela los secretos del amor
y los ecos de las plegarias de los creyentes.
Y en mi cara uso una máscara mágica
rota por la agonía de la muerte
y recompuesta por los cánticos juveniles.
Somos idénticos en todo sentido. Noche.

¿Acaso los hombres me considerarán jactancioso si me comparo a ti?
¿Acaso el hombre no se jacta de su parecido con el día?
Soy como tú, noche, y ambos estamos acusados de ser lo que no somos.
Soy como tú,
aunque el crepúsculo no me ilumine con sus nubes doradas.
Soy como tú,
aunque el amanecer no adorne el borde de mi vestido con sus rayos rosados.
Soy una noche ilimitada y calma;
no hay comienzo para mi oscuridad
y no hay fin para mi profundidad.

Cuando las almas se elevan
en la luz de su alegría,
mi alma asciende glorificada por la oscuridad de la aflicción.
¡Soy como tú eres, noche!
Y cuando llega el amanecer,
entonces,
mi tiempo termina.

Khalil Gibrán

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